Violencia
contra la mujer
La violencia
contra la mujer es todo acto de violencia que deje como resultado un daño
físico, psicológico, sexual y hasta la privación de su libertad.
Teniendo en
cuenta algunos datos estadísticos de la ONU evidencian que para el año 2014 el
38% de los asesinatos cometidos en el mundo contra las mujeres, fueron cometidos
por un familiar o su pareja sentimental, por consiguiente la violencia contra
las mujeres es un problema que afecta a los derechos humanos, constituyendo una
relación de poder históricamente desigual entre el hombre y la mujer, pues
aunque estemos viviendo una era moderna aun vemos vasos de machismo donde la
dominación de la mujer y su discriminación por parte del hombre genera esa violencia
y esa situación de subordinación.
Posteriormente
la violencia contra la mujer continua por parte de su pareja o ex-pareja está
generalizada en el mundo dándose en todos los grupos sociales
independientemente de su nivel económico, cultural o cualquier otra
consideración. Aun siendo de difícil cuantificación, dado que no todos los
casos trascienden más allá del ámbito de la pareja, se supone que un elevado
número de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia.
Las cifras de
mujeres víctimas de violencia familiar llevada a cabo por quien sea o haya sido
su pareja señalan que anualmente decenas o cientos de mujeres son asesinadas a
manos de sus parejas en diferentes países del mundo.5
En la pareja el
maltrato es mayoritariamente ejercido por él contra ella. Tiene unas causas
específicas: los intentos del hombre por dominar a la mujer, la baja estima que
determinados hombres tienen de las mujeres; causas que conducen a procurar
instaurar una relación de dominio mediante desprecios, amenazas y golpes.
Adicionalmente,
resulta inadmisible que aunque la mayoría de la población mundial se declare creyente
en un Dios Omnipotente y superior, continúen creciendo casos de violencia
doméstica.
Esta
contradicción –conocida como doble moral - coexiste con un discurso que ensalza
a la mujer, en el día de la madre, el día de mujer y en las fiestas de Navidad
y Año Nuevo, con conceptos, frases y poemas, y que en la práctica resultan
retóricas, es allí donde nos preguntamos qué opinan al respecto la Iglesia y el
Estado sobre este fenómeno?
Los diagnósticos
abundan. Han mejorado, ciertamente, los sistemas de protección de los niños,
niñas y adolescentes con la normativa legal vigente, y otras instancias, pero
se está fallando en la fase preventiva. ¿Qué hacer, entonces, si se ha
relativizado la violencia doméstica haciéndonos ver como algo común, tolerable
y cotidiano, cuando la vida conyugal y familiar merece otro tratamiento, y no
solamente ser considerado un tema para campañas publicitarias?
La violencia en
los hogares y sus causas merecen un tratamiento preventivo, es por esto que
debemos ver como prioridad la educación familiar, con el apoyo de
especialistas: médicos, psicólogos, sociólogos, comunicadores, trabajadores
sociales, terapeutas familiares, entre otros. Tambien el apoyo del sector
público, privado y no gubernamental para una estrategia conjunta, con los
medios de comunicación y las redes sociales.
También la
promoción de una paternidad y maternidad responsables, con programas efectivos
que se enfoquen en una educación para la afectividad son urgentes. La
maternidad prematura no es problema de las parejas sino un problema de la
familia y de toda sociedad, un problema de salud pública, de ética civil y de
educación básica.