sábado, 21 de mayo de 2016


Violencia contra la mujer

La violencia contra la mujer es todo acto de violencia que deje como resultado un daño físico, psicológico, sexual y hasta la privación de su libertad.

Teniendo en cuenta algunos datos estadísticos de la ONU evidencian que para el año 2014 el 38% de los asesinatos cometidos en el mundo contra las mujeres, fueron cometidos por un familiar o su pareja sentimental, por consiguiente la violencia contra las mujeres es un problema que afecta a los derechos humanos, constituyendo una relación de poder históricamente desigual entre el hombre y la mujer, pues aunque estemos viviendo una era moderna aun vemos vasos de machismo donde la dominación de la mujer y su discriminación por parte del hombre genera esa violencia y esa situación de subordinación.

La violencia contra la mujer comienza en la infancia y es en la familia donde principalmente se ejerce esa violencia. La infancia es especialmente vulnerable a la violencia y la niña sufre un plus añadido por su condición femenina. También el comercio sexual que puede arrancar en el seno de la familia con la venta de la niña, o el infanticidio y los abusos sexuales, más frecuentemente ligados al sexo femenino, se une una más estricta autoridad paterna, ejercida también por hermanos, y una educación discriminatoria que limita sus expectativas vitales.

Posteriormente la violencia contra la mujer continua por parte de su pareja o ex-pareja está generalizada en el mundo dándose en todos los grupos sociales independientemente de su nivel económico, cultural o cualquier otra consideración. Aun siendo de difícil cuantificación, dado que no todos los casos trascienden más allá del ámbito de la pareja, se supone que un elevado número de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia.

Las cifras de mujeres víctimas de violencia familiar llevada a cabo por quien sea o haya sido su pareja señalan que anualmente decenas o cientos de mujeres son asesinadas a manos de sus parejas en diferentes países del mundo.5

En la pareja el maltrato es mayoritariamente ejercido por él contra ella. Tiene unas causas específicas: los intentos del hombre por dominar a la mujer, la baja estima que determinados hombres tienen de las mujeres; causas que conducen a procurar instaurar una relación de dominio mediante desprecios, amenazas y golpes.


Adela Cortina, considera que detrás de esta problemática está, indudablemente, la ética o la falta de una ‘ética mínima’. La ‘ética mínima’ está -debe estar- anclada a los derechos humanos, y de manera especial al derecho a la vida que se vulnera.

Adicionalmente, resulta inadmisible que aunque la mayoría de la población mundial se declare creyente en un Dios Omnipotente y superior, continúen creciendo casos de violencia doméstica.

Esta contradicción –conocida como doble moral - coexiste con un discurso que ensalza a la mujer, en el día de la madre, el día de mujer y en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, con conceptos, frases y poemas, y que en la práctica resultan retóricas, es allí donde nos preguntamos qué opinan al respecto la Iglesia y el Estado sobre este fenómeno?

Los diagnósticos abundan. Han mejorado, ciertamente, los sistemas de protección de los niños, niñas y adolescentes con la normativa legal vigente, y otras instancias, pero se está fallando en la fase preventiva. ¿Qué hacer, entonces, si se ha relativizado la violencia doméstica haciéndonos ver como algo común, tolerable y cotidiano, cuando la vida conyugal y familiar merece otro tratamiento, y no solamente ser considerado un tema para campañas publicitarias?

La violencia en los hogares y sus causas merecen un tratamiento preventivo, es por esto que debemos ver como prioridad la educación familiar, con el apoyo de especialistas: médicos, psicólogos, sociólogos, comunicadores, trabajadores sociales, terapeutas familiares, entre otros. Tambien el apoyo del sector público, privado y no gubernamental para una estrategia conjunta, con los medios de comunicación y las redes sociales.

También la promoción de una paternidad y maternidad responsables, con programas efectivos que se enfoquen en una educación para la afectividad son urgentes. La maternidad prematura no es problema de las parejas sino un problema de la familia y de toda sociedad, un problema de salud pública, de ética civil y de educación básica.


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